Entre pinos y otros árboles, esta casa de dos plantas permanece abandonada en el silencio del monte. Las paredes empapeladas de sus habitaciones decoradas con flores se resisten a las manchas del tiempo y la maleza; bajo ella, un sótano húmedo guarda su propia quietud. A un lado, un galpón vacío se mantiene en pie. Desde sus ventanas se puede apreciar a su único vecino, el cementerio, quien tiñe la escena de melancolía por lo que alguna vez fue un lugar lleno de vida.